Tristemente, hoy no sé cómo llamar este post.


Estimados lectores.

Primeramente espero que hayan pasado unas magníficas navidades y un final de año significativo. Deseo fervientemente que este 2017 sea muy provechoso para todos.

Ahora sí, al tema.

Tenía mucho tiempo sin escribir, pero en momentos de tormenta, hacerlo me ayuda a hacer catarsis. Quiero ser breve, puesto que no estoy de ánimos para hacer un post tan extenso en esta oportunidad (lamentablemente no se tiene días buenos siempre)

Tengo un asuntillo atascado en la garganta. Algo que debo drenarlo así sea escribiendo para el blog (cada quien mata los piojos a su manera). Mi piquiña es que nunca he tolerado las injusticias y la humillación, y esta actitud se reforzó luego de cinco años estudiando Educación, para luego graduarme en dicha profesión. No puedo sencillamente obviarlo.

Es bien sabido  que la diplomacia busca que los conflictos se resuelvan de la manera más pacífica posible, pero para entrar en dicho perfil y ejecutar esta práctica, hay que tener dos cualidades en específico, y éstas parte de mi concepción: La paciencia, y la inteligencia.

Paciencia e Inteligencia.

Estas son dos virtudes muy difíciles de manejar, pero no imposibles de conseguir e incluir en el día a día. Son básicas para la convivencia, porque traen consigo otras habilidades y valores que son imprescndibles al socializar con el otro, véase el respeto, la tolerancia, etc. 

Es muy complejo en momentos de aguas turbias saber manejar estas aptitudes, principalmente porque una persona ofuscada puede perder una de las dos instantáneamente. En mi caso, por ser docente y una persona respetuosa, no puedo dejar de lado  ambas porque mi formación yace en el respeto a las diferencias individuales, y eso es algo que incluí hasta en mi rol fuera del aula. 

La diplomacia en la resolución de problemas es muy difícil. Yo porque no acepto injusticias. Me enfurece de alguna forma u otra evidenciar un caso donde éstas se encuentre presente y no poder hacer nada para mejorarlo. Es parte de mi forma ser y de pensar, y no va a cambiar eso. Para mí, las injusticias hay que atacarlas con severidad o , mejor dicho, prevenirlas para evitarlas. No tolero presenciar problemas donde hay una persona siendo vejada o insultada,  y no tengo por qué tolerarlo o adapatarme a ello, sencillamente porque no me creo más que los demás y, partiendo de eso, considero que todos somos iguales en cuanto derechos, y más a ser respetados.

Últimamente, me he percatado que las personas van con ínfulas de que los demás están obligados a adaptarse a su forma de vivir porque les da la gana . ¿No les parece patético eso? obligar a alguien a renunciar a sí mismos no es más que un acto egoísta, y no solo egoísta, sino ESTÚPIDO. Las personas tienen derecho a consolidar una personalidad firme que les agrade. Es algo tan personal que NADIE tiene derecho a estropear el crecimiento espiritual y moral de alguien. Pero ojalá se quedara solo entre letras. Es algo tan delicado, que estamos hablando de la salud mental de las personas. Ningún individuo tiene derecho a privarle a otro de ser quien es. Es inconcebible y estúpido.

Siento el vocabulario poco formal, pero realmente hoy no es una noche de formalidades, sino de desahogo. La invitación, estimados lectores, es a ser partícipes del cambio, no del retroceso. Aprendamos a vivir y a dejar vivir, porque nadie es más que nadie. Las etiquetas están de más.

No hagan lo que no les gusta que les hagan.

Y para despedirme, dejo esto por acá. Considero que en tiempos de tormenta, estudiar y salirse de la zona de confort es lo que realmente te hace una persona culta. Los títulos no significan nada si a nivel actitudinal siguen viviendo "en las sombras"




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