Otra modalidad de padres







      ¿ Quiénes son esos pequeños de la fotografía que encabeza este post?, pues mis hijos... Sí, mis hijos . Esos pequeños seres son quienes llenan de luz mi hogar con cada cosa que hacen, porque sí, hacen un par de cosas locas y graciosas a la vez. Por ejemplo Kitty ( la lorita ) tiene la habilidad de cantar y ser una bailarina brillante. Pepito ( el periquito australiano) suele ser un gran conversador y ponente, además reclama cuando le prestan atención a otra mascota . Puki ( el hamster) es un gran atleta que corre y se lanza por un tubo, y no sólo eso, también es actor al intentar imitar  Drácula, ya que duerme durante el día y hace de todo en la noche. Finalmente está Panchito ( la tortuga) , su característica principal es la de ser un buzo perfecto y posar ante las cámaras sin sentir vergüenza alguna. Puede que muchos vean en esta foto solamente animales, pero para mí ( y quien sabe, para otros) son más que eso. Los cuatro forman parte de mi vida diaria siendo de la familia también. La alegría que me brindan es indescriptible. Cada vez que me acerco a cada uno se generan momentos maravillosos y entretenidos porque son justamente esas habilidades y el amor que dan de vuelta lo que los hace únicos, lo que los vuelve mis hijos. 

       Mi crecimiento estuvo acompañado de mascotas; sin embargo aunque tuve la oportunidad de poseer muchas no fue hasta  la universidad que le perdí el miedo a los animales, específicamente a los perros. El que me conoce en la actualidad sabe que amo a los perritos, pero de niña les tenía fobia. No podía verlos cerca porque me entraban crisis de nervios, pero al llegar al campus universitario me di cuenta de que obligatoriamente tenía convivir con ellos, porque para aquel entonces (2009) eran demasiados los amiguitos caninos los que se paseaban por los alrededores. Comencé por tolerar la proximidad hasta llegar a un punto en el que se podían recostar de mis piernas si querían y no me causaba pánico.




      Olvidé mencionar que antes de ese episodio tuve una experiencia similar relacionada con la adaptación al contacto animal, pero no precisamente con los perros sino con una criaturita felina.Una noche fui a casa de mi abuela para pedirle un favor, cuando de pronto  diviso entre las plantas del patio una pequeña bola peluda color blanco con manchas marrones y negras; cuando me acerco me doy cuenta de que se trataba de una gata bebé. En ese momento se acerca mi hermano y juntos la llevamos al tercer piso de mi vieja casa. A la mañana siguiente mi madre escuchó unos maullidos y se dio cuenta de que en el piso había algo inusual: Gotas de leche. Tal cual como lo hicieron Hansel y Gretel, mi hermano en un intento por llevarle comida a la gatita dejó la pista para que mi madre se  percatara de quien allí se hospedó por una noche entera. Tras una discusión, regaños y súplicas pudo quedarse. Mi hermano y yo la llamamos Michi. Duró dos años viviendo con nosotros ( sus crías también) hasta que por alguna extraña razón un día salió a pasear y nunca volvió. Los gatos hasta el momento en el que Michi apareció me desagradaban más que los perros incluso, y ella no fue la única niña felina que llegó a mi vida, porque unos años después aparecieron otras dos en las mismas condiciones que relaté con antelación.




        Como les conté anteriormente, mi vida ha estado repleta de mascotas. Sacando un cálculo aproximado he cuidado a un total de 31 animales ( no exagero, ha sido así). Esta larga lista está conformada por loros, peces, tortugas, un perro, un hamster, gatos, periquitos australianos, un conejo, etc.La gran mayoría fueron adoptados por mis abuelos cuando estaba muy pequeña, y al crecer yo misma les daba hogar; eso sin contar que en sitios como mi calle y la universidad son una especie de ecosistema donde hay muchísimos. Todo esto ha generado que en mi se formara un sentido de protección maternal hacia ellos que no para de aumentar. 



      Todavía no he podido ingresar a una organización protectora de animales y me siento un poco triste por eso. No obstante he prestado colaboración en eventos como jornadas de esterilización y potazos para recolectar dinero con el fin de suministrar  alimentos y medicinas a los perros. Mi interés por ellos no sólo se resume en ser mamá de mis mascotas, sino también me hace madrina de otros seres que necesitan de mi. Y hablando de necesidades yo tengo una de la que me gustaría hablarles, y va relacionada con el hecho deplorable de ver como muchos animales son maltratados  y  utilizados a conveniencia de los humanos. Cada vez me resulta más repulsivo e indignante que el ego ridículo del hombre le haga asumir la premisa de que es un ser superior .Esa idea absurda le propina una visión inapropiada de la realidad, creyendo que el todo gira en torno a él, pero no es así, porque todos pertenecemos al mismo sitio y nos necesitamos unos a otros para subsistir. Bueno, como dicen por ahí : Del dicho al hecho hay mucho trecho. 

     Del egocentrismo se desprenden las agresiones. Es preciso hacer consciente el hecho de que humanos, plantas y animales estamos en igualdad de condiciones, y allí es cuando interviene la educación y formación social. ¿ Cómo damos un alto al maltrato animal? primero teniendo claro el asunto de la igualdad, segundo adoptando, o sino apoyando causas benéficas en pro de los animales. El contacto con éstos es beneficioso aunque no lo crean. Por ejemplos los delfines son usados para realizar terapias, o mejor bajemos de nivel, cualquier otra especie doméstica es una compañía poderosa capaz de devolver el amor que se les da, manifestándolo de mil y un maneras diferentes. ¿ No me creen? pues soy un vivo testimonio de ello, teniendo a mi lado actualmente a cuatro pequeños talentosos animalitos que forman parte de mi familia. 

       ¿ Alguna moraleja? sí. Una modalidad de padre y madre es cuidar y criar a alguna mascota o apadrinar a otros seres que así lo requieren. Siempre hago invitaciones, y la de hoy es sencilla. Seamos abiertos y permitamos ingresar a casa a cualquier pequeño sin hogar para que éste, con sus mil manías, haga de un momento simple algo especial e inigualable. Si no podemos adoptar apoyemos causas benéficas para que no estén desamparados de por vida. Recordemos que todos formamos parte del mismo equipo, y que así como nuestra vida vale la de los animales también. 

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