Familia

Una pequeña pausa


Creo que ya es de cocimiento público  la terrible tragedia que se vive en Corea del Sur desde el pasado miércoles del año en curso. Para quien no, lo contextualizo: Por razones que todavía no se han determinado claramente, el Ferry Sewol, destinado a llevar pasajeros a la isla de Jeju, se volteó,  provocando un posterior hundimiento que trae consigo hasta los momentos 29 muertos, 270 desaparecidos y 179 personas rescatadas. La embarcación trasladaba a estudiantes e 16 y 17 años junto con sus profesores, todos pertenecientes a una escuela secundaria ubicada en Ansan, al sur de Seúl.

Éste siniestro me ha mantenido con cierta preocupación desde el mismo día miércoles, y aunque he leído noticias no ha existido nada que disminuya esa sensación, ya que lo que leo tampoco ha sido muy alentador. Sin embargo he mantenido mis plegarias en pie para que el pueblo surcoreano pueda superar este golpe y logren rescatar a más personas con vida.

Ahora bien, muchos se preguntarán ¿ por qué te preocupas tanto si ese no es tu país? ( aunque no lo hayan exteriorizado, sé que es así), y la respuesta es muy sencilla: Porque siento a Corea como mi otro país, como mi otra casa, como mi otra familia.  

Esa es la razón, estimados lectores, por la cual estoy escribiendo hoy este post. Quiero compartir mi historia. La historia de como un país como Corea del Sur forma parte de mi corazón, tal como lo hace Venezuela.


Desde niña siempre he admirado y me ha gustado Corea ( no, no es un gusto que se generó por el KPOP). Evidentemente para aquel entonces no tenía internet, por ende no conocía cosas de dicho país como las conozco ahora, solo sabía su historia mediante las enciclopedias que tengo en casa y datos muy generales, sin embargo me llamaron potencialmente la atención todos y cada uno de ellos. Ya de grande comencé a investigar más gracias a los medios de comunicación e internet, que me acercaron más a cosas específicas, como su cultura, por ejemplo.

Pero esa experiencia no sólo se quedo en un simple video de Youtube o una página web. Tuve la oportunidad de conocer gente coreana, tanto acá en Venezuela como por las redes sociales, y fue hermoso recibir tanto cariño de todos y cada uno de ellos, hasta el punto de que hoy por hoy mantenemos una bella amistad. Cada uno de mis amigos me enseñó más sobre su cultura, y compartieron con agrado su emoción al ver que yo estaba ( y sigo estando) interesada en su país, integrándome de alguna forma u otra en sus actividades y en su forma de vida. Con ellos aprendí a ser tolerante, a ser respetuosa, a admirar a mi país y a otros , y lo más importante, a respetar y valorar la diversidad de culturas y personas que se encuentran fueras de mi proximidad, pero que no dejan de ser interesantes y dignas de conocer. Gracias a ellos comprendí que el mundo es mi casa, no el país en el que vivo, y que si quiero lograr algo debo esforzarme hasta alcanzar lo que quiero. Mi mentalidad de no rendirse y de seguir soñando se las debo a ellos exclusivamente ( Y si alguno de mis amigos coreanos está leyendo ésto pues es lo que siento, y les estaré eternamente agradecida por todo).

Eso es en resumen mi historia. Ya es evidente que el afecto que siento por Corea no se dio espontáneo, sino que fue producto de la interacción, el cariño y el apoyo que me fue y me sigue siendo dado en todo momento. Siempre he sentido que  es mi hogar también, siento que si viajo a un lugar determinado, allá encajaré perfectamente , ya la vida me ha indicado con cada experiencia  que puede ser así , ¿ por qué no?.

Entonces, ¿ cómo no sentirme triste o preocupada por Corea cuando no están bien?. Es imposible que no sienta eso. Es más, puedo asegurar que es una preocupación similar o igual a la que siento por mi propio país, Venezuela.

La imagen que coloqué al inicio retrata muy bien todo lo que he expuesto en esta entrada. Así está mi corazón y mi cabeza. Ambos divididos por la mitad, manifestando amor y orgullo por partes iguales. Una parte es entera de mi amada Venezuela, mientras que  la otra mitad le pertenece a  Corea. Simétrico, justo, preciso, tal como debe ser. No me puedo quejar ni avergonzarme jamás por amar dos países a la vez.

Para finalizar estas líneas, quisiera pedir que oremos por las familias sucoreanas que están atravesando  un momento tan difícil como éste. No seamos indiferentes ante esta realidad tampoco. Son seres humanos como tú, como yo, como todos los venezolanos y como todos los latinos.

A todas las familias y sobrevivientes: Fuerza. La historia los ha catapultado como un país fuerte y sabio.

Madeline Rodríguez.

Comentarios